ARTURO USLAR P. Sembrar el petróleo
SEMBRAR EL PETRÓLEO
Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y financiero de Venezuela se hace angustiosa la noción de la gran economía destructiva que hay en la producción de nuestra riqueza, es decir, de aquella que consume sin preocuparse de mantener ni de reconstituir las cantidades existentes de materia y energía. En otras palabras, la economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga.
En efecto, en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de 180 millones, las minas figuran con 58 millones, o sea casi la tercera parte del ingreso total, sin hacer estimación de otras formas indirectas e importantes de contribución que pueden imputarse igualmente a las minas. La riqueza pública venezolana reposa en la actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no solamente es ilimitada por razones naturales, sino cuya productividad depende por entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional. Esta gran proporción de riqueza de origen destructivo crecerá sin duda alguna el día en que los impuestos mineros se hagan más justos y remunerativos hasta acercarse al sueño suicida de algunos ingenuos que ven como el ideal de la hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad del presupuesto con la sola renta de minas, lo que habría que traducir más simplemente así: llegar a hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable.
Pero no solo llega a esta proporción el carácter destructivo de nuestra economía, sino que va aún más lejos alcanzando magnitud trágica. La riqueza del suelo entre nosotros no solo no aumenta, sino que tiende a desaparecer. Nuestra producción agrícola decae en cantidad y calidad de modo alarmante. Nuestros escasos frutos de exportación se han visto arrebatados el sitio en los mercados internacionales por competidores más activos y hábiles. Nuestra ganadería degenera y empobrece con las epizootias, la garrapata y la falta de cruce adecuado. Se esterilizan las tierras sin abonos, se cultiva con los métodos más anticuados, se destruyen bosques enormes sin replantarlos para ser convertidos en leña y carbón vegetal. De un libro recién publicado tomamos este dato ejemplar: “En la región del Cuyuní trabajaban mas o menos tres mil hombres que tumbaban por termino medio nueve mil árboles por día, que totalizaban en el mes 270 mil, y en los siete meses, inclusive los Nortes, un millón ochocientos noventa mil árboles. Multiplicada esta última suma por el número de años que se trabajó el balatá, se obtendrá una cantidad exorbitante de árboles derribados y se formará una idea de lo lejos que está el purgüo” Estas frases son el brutal epitafio del balatá, que bajo otros procedimientos, hubiera podido ser una de las mayores riquezas venezolanas.
La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresista. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear
las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueble parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueble venezolano en condiciones excepcionales.
La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este verdadero fomento y creación de riquezas es todavía pequeña y acaso no pase de la séptima parte del monto total de los gastos. Es necesario que estos egresos, destinados a crear y garantizar el desarrollo inicial de una economía progresiva alcance por lo menos hasta concurrencia de la renta minera.
La única política economía sabia y salvadora que debemos practicas; es la de transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica y moderna, importar sementales y pastos, repoblar los bosques, construir todas las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el defectuoso régimen de aguas, mecanizar e industrializar el campo, crear cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros.
Esa sería la verdadera acción de construcción nacional, el verdadero aprovechamiento de la riqueza patria y tal debe ser el empeño de todos los venezolanos conscientes.
Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica lanzaríamos la siguiente, que nos hace resumir dramáticamente esa necesidad de invertir la riqueza producida por el sistema destructivo de la mina, en crear riqueza agrícola, reproductiva y progresiva: SEMBRAR EL PETRÓLEO.
Artículo de Arturo Uslar Pietri publicado el 14 de Julio de 1936 en el diario Ahora.
Arturo Uslar Pietri. Ensayista, novelista, cuentista, dramaturgo, doctor en Ciencias Políticas y en Economía. Nació en Caracas el 16 de mayo de 1906. Considerado uno de los más ilustres venezolanos contemporáneos. Ministro de Educación (1934-1941), Secretario de la Presidencia de la República, Ministro de Hacienda y Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Isaías Medina. Senador ante el Congreso Nacional. Candidato en 1963 a la presidencia de la República. Director y articulista del diario El Nacional. En la literatura se inició con Barrabás y otros relatos. Su novela de éxito fue Las Lanzas Coloradas, publicada en 1931
Guillermo Meneses, en su Antología del Cuento Venezolano, analiza así su obra: "Arturo Uslar Pietri ofrece la difícil síntesis de inteligencia bien nutrida, capacidad creadora, maestría expresiva, fina sensibilidad, razonamiento riguroso, inquieta curiosidad artística, tenaz voluntad de investigación. En sus obras de imaginación ha tratado con igual dominio temas de antiguo origen ("Barrabás", "El apólogo del vino"), situaciones obtenidas en las páginas de nuestra historia ("Las Lanzas Coloradas", "El Camino de El Dorado"), ambientes de purísima arquitectura poética ("Lluvia"). En todo caso, Uslar Pietri hace arte; no acepta jamás la actitud del escritor fácil que se adorna con palabras inútiles: sus cuentos son resultado armonioso de razón, creación, respeto del arte y del hombre".
Obtuvo el premio "Príncipe de Asturias" (1990) con la novela La visita en el tiempo. Fue miembro de las Academias de la Lengua, de Ciencias Políticas y Sociales y de la Historia. Entre los numerosos premios que ha recibido están el Premio Nacional de Literatura, en dos oportunidades, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos (1991); el "María Moors Cabot" (1972), el Premio Hispanoamericano de Prensa "Miguel de Cervantes”; el premio “Merhenthler” de Chile (1972). Su obra bibliográfica es vasta. Uno de sus biógrafos, el Profesor Rafael Augusto Cadenas en “Vida y obra de Arturo Uslar Pietri” reseña entre 1928 y 1994 sesenta y tres obras.
A los 93 años cumplidos, en declaraciones dadas al periodista Roberto Giusti, de El Universal (4 de julio de 1999), Uslar Pietri se confiesa angustiado al ver que los grandes problemas del país están en pie, que cada día Venezuela está más inmadura, cada día más dependiente de la riqueza petrolera y que aquí no se ha hecho nada por "sembrar el petróleo". Falleció en Caracas el 26 de febrero del año 2000. Egoísmos políticos fueron la razón de no rendírsele los merecidos honores.
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